Y como el cielo gris se apodera del mundo, también se apodera de mí, que no soy ajeno a él.
Un color tambaleante se apodera de mí, entre la lúz y la oscuridad, donde una sonrisa se borra con la tristeza.
Ay, Díos mío, ¿Dónde estás?
Desde el momento en el que llegué a esta vida, he luchado por sobrevivir, contra todo pronóstico.
Incluso he tenido a la muerte entre mis propias manos, y ahora que ya no la quiero, igual se ríe de mí, ya que la vida de gris, quiere tornarse de su color...
Y como el cielo gris se apodera del mundo, también se apodera de mí, que no soy ajeno a él.
Un color tambaleante se apodera de mí, entre la lúz y la oscuridad, donde una sonrisa se borra con la tristeza.
Ay, Díos mío, ¿Dónde estás?
Incluso si el verano se va, el calor de los bellos recuerdos sigue estando allí, de cuando erámos sólo nosotros, sin ninguna astilla más.
Parece que ya no perteneciéramos al mismo hogar...¿Por qué actuamos como desconocidos, si al vernos, lloramos?
La muerte no le quitara el color gris a la vida, así como el invierno no le quitará el calor a los recuerdos, aún si el invierno persiste en sostener la tristeza, la calidez le devolverá una sonrisa.
Pero, mientras eso no pase...
Ay, Díos mío, ¿Dónde estás?
Y como el cielo gris se apodera del mundo, también se apodera de mí, que no soy ajeno a él.
Un color tambaleante se apodera de mí, entre la lúz y la oscuridad, donde una sonrisa se borra con la tristeza.
Ay, Díos mío, ¿Dónde estás?