Recluso en la mazmorra más sombría
soporto atormentado esta condena
aullando igual que un lobo en luna llena
sumido en un sepulcro de agonía.
Murciélagos y cuervos, noche y día,
custodian los barrotes de mi almena,
guardianes implacables de una pena
que asola con rechazos a mi hombría.
Son súbditos de un ente de ultratumba,
la “dulce” vampiresa a quién di todo
y ahora, sin piedad, me ataca y muerde.
Me clava sus colmillos y derrumba
y gótica en las formas y en el modo
me dice que, siquiera, la recuerde.