Luna adversa
de los cuerpos contrarios,
que quedaron iluminados
bajo tu aura, como escorpiones
disecados, que giras sola,
bajo espacios infinitos, y observas,
meditabunda, las estaciones de tren
y los ferrocarriles extraviados.
Pálida luna, de reflejos oxidados,
que anuncias tu retirada, con la piel
desollada. Macilenta, mortecina,
endurecida a fuerza de siglos, que,
teta abominable, da leche amarga.
Ya no quedan en tu ocaso, mieles
ni vencimientos, ni crepúsculos dorados,
bajo los que escanciar la copa del recuerdo.
Sí, endeble músculo que ofrece cianuro
a los sátiros y a las muchachas de pelo rubio.
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