La antigua senda,
apenas transitada,
nos esperaba.
Fue una cañada
que usaron los pastores
con las ovejas.
En ella duermen
recuerdos y romances
de viejos tiempos.
Quiero enseñarte
aquello que se esconde
bajo sus piedras.
Quiero que veas
las noches y los días
de esos lugares.
Quiero que sientas
el cierzo y tramontana
de la meseta.
Quiero que bebas,
conmigo, de las fuentes
y los arroyos.
Quiero que comas
el queso y la cecina
de los zurrones.
Y, por supuesto,
allí quiero que vivas
un bello sueño.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/09/20
(Esta vez es el recuerdo y la nostalgia de esos paseos, nos lleva, a las sendas y \"cañadas reales\" que he pisado tantas veces. Me sitúo en Gredos, allí, bajo el Almanzor, y pienso en una tarde, ya noche, con las estrellas apareciendo en el cielo y la senda al lado. Era un refugio de montaña y dos personas acudiendo a refugiarse de la brisa tras unas rocas de granito y tumbados en la pradera. Laten los corazones. Corre la sangre impetuosa. Brilla el cielo y sonríen las estrellas. Hay una comunión de dos almas, hay una trasferencia en los sentidos, hay unos sueños que se paran ante la efervescencia de la vida, hay un amor que se quiere compartir y hay una sonrisa que se extiende por el cuerpo con el beso que reciben.)