Déspota de tu maldad, inquilina en tus ojos negros
Se me espesan sobre la piel como una ceniza de besos.
Me aplaude la sombra esperpento que tumba el umbral
De la muerte consternada. Me invita tu albor desde la nada.
No soy una psychokiller buscándote en el pajar de Milla Verde.
Amor carcelero que cuela el antojo borderline que me acontece.
Sé quien fuiste y tu mirada me perturba el tuétano.
Me abriga la oscuridad que sembraste, el manto de tu paradero.
La aflicción me atisba el alma, quisiera conectar a la carne tus huesos.
Resucitarte del infierno. Quitarle al polvo al cierre de tus ojos negros.
Dejando crímenes rapsodas andar en la cofradía de su ostracismo.
Me doblega la insuficiencia diastólica al concebir tu sexo necrófilo.
Ahora soy yo, quien siente los barrotes coagulados de este amor.
Apretándome la vida contra un cuerpo incandescente.
Mientras la guerra constata esto que ya no puede ser: tenerte.
Se me sofoca un animal a las puertas del death row.
Me fascina todo tu esplendor, como el candor de una serpiente.
Me arrastro depredando el ruido de un mundo que te repudia.
Mi afrodisíaco literario despierta en tus labios repelentes.
Cruel verdad se alimenta en mí, la de quererte.