Siento tus caricias sin siquiera ver tu rostro,
imagino tu sonrisa como cascabeles encendidos,
tu aliento relumbrante en cada nuevo preludio,
percibo tus cabellos desprendidos como vértices nerviosos de una ola
Envuelto esta tu cuerpo en nubes de ingenuo dulzor,
por eso te digo a viva voz, mujer sublime,
pura cual la aurora, bella más allá del sempiterno cielo,
grande cual las brisas puras de la fresca tarde.
Dulce blanda y celestial figura,
apacibles serán tus besos, cual la miel de ambrosía,
amaré su cuerpo y entonces amaré su alma.
Se que estás a media luz como un caracol entumecido,
seguro arde la primavera en tu corazón,
solo ahí anida la ilusoria certeza de un sereno reposo.