Abel Estrada Guadarrama

Mis manos en tus senos de otoño.

 

 

¿Te lo dije algún día?

Tenías ojos color abril

y tu boca sabía a durazno de mayo

y era tu saliva lluvia de verano

y olían tus caricias a flor de naranjos.

Tu cuerpo corría sobre mi cuerpo

como río que se encuentra con el mar,

y tus dedos caían sobre mi piel como tibieza del invierno.

 

Hoy tu cama vacía se llena de desconsuelo,

de hechizos, de palabras infieles,

de reproches e insomnios de madrugada,

pero yo siento el olvido más frío que el invierno,

más triste que tu cama vacía,

tan doloroso como el llanto de Dios.

 

Mis manos en tus senos de otoño,

tus piernas en mis muslos de piedra,

se deslizan, se atrapan, se buscan, se alejan…

y mi boca se llena de piel y silencio,

y tus labios se derraman en mi pecho, en mis brazos, en mis dedos,

y en la costilla que a Dios se le olvidó quitarme.