Qewa

Drama de una niña infortunada

“Tu lugar es en la casa” me dijeron, “no tienes otra opción” agregaron

“No quiero, madre mía – sollocé-, “No quiero, ¡ten piedad!”

¿Cómo puedes no querer niña tonta?, ¿qué crees que serás fuera de aquí?

“Astronauta, ingeniera, científica, puta libidinosa”, pensé sonrojada

“Tienes razón madre querida, perdón por ser tan tonta e insensata”.

 

“Anda a tu cuarto y arréglate, recuerda ser decente, pronto vendrá”

Mi corazón salto en repudio y cólera absoluta, ¿cómo era posible aquello?

Ten piedad madre mía, no me alejes, no me quites la inocencia.

Suena en mi mente “es tu deber como mujer, no eres una cualquiera”

Tus palabras me hieren gravemente, mi querida madrecita.

 

No puedo continuar con esto, es un vil martirio, debo huir de mi destino,

Falta poco para aquel momento tan doloroso, no lo puedo soportar.

Francisca con 15, tan solo un año más que yo, ya tiene un hijo y otro en camino.

¿Es ese el único futuro que me espera? No podría con aquello, lo odiaría

No soporto la idea de que mi cuerpo sea mancillado, rechazo ese final.

 

Huyo entonces, huyo lejos, ahí donde todo aquello que fue no será más,

Huyo a través de mis recuerdos, me sumerjo en mis pensamientos.

Y de pronto lo decido, veo con horror mi única salida ante tan terrible martirio,

Esta será la última que aquel asqueroso hombre ose verme con lujuria,

Mi cuerpo no le pertenece, es solo mío, decido que sea eternamente mío.