El camino iluminado por el sol de enero
brilla como si fuera una calle de oro,
en plena claridad en la mañana,
en temporada de la fruta de enero.
Claro, azul cielo, en el cénit del día
el sol ríe a carcajadas y
la cálida brisa acaricia al Istmo soñado.
Las olas de la playa salpican con su agua diáfana.
Todo se viste de flores y sabe a café,
la Feria enmascara su estirpe
y solo somos peregrinos y extranjeros.
Sujetos al alcance sigiloso
del tiempo… adiós, por ahora, nos veremos:
adiós, ha llegado un nuevo amanecer.