Perfecta sincronía de melódicas
sonoridades, armónicos timbres,
y ritmos sin parangón, en la sala,
y en el regusto del gentío en noche
de glamour, percibo tu voz, mi bien,
con el acento de tu calma y paz,
y a do vaya me sigue tu presencia
vibrante; ¡ay! hermosa mía, te has ido,
el Eterno te libró de pesares
de la vida, ya has cerrado los ojos
para siempre tras tantos sufrimientos,
bien lo sé, Él te ha llevado a su gloria,
y yo me he quedado desconsolado;
allá do te hallas, oh Señora mía,
cuenta te darás que sufro en silencio
sonriendo por demás, en este llanto
de mi alma que derrama más, quizás
porque reniego de mi suerte, mas
con tu partida el desvanecimiento
de tu cuerpo yerto, más te valoro,
acá en mi tétrica elocuencia lloro,
más persevero en mi estadía lúgubre,
en mi conciencia encumbro un fiel altar
para honrarte muerta mía, contigo
y sin ti en espera del reencuentro,
aguardando la gracia de ese día.