Soñando que me quería
brotó de mi corazón
un río que enrojecía
la cordura y la razón.
En el sueño me sentía
de hombros zarandeado
por emociones sin nombre,
a un ritmo desmelenado
digno para todo el hombre
de la vida enamorado.
Desperté y era agradable
el rosado amanecer
de comisura inefable
como labios de mujer.
Dorado, hermoso, laudable
inicia el día la vida;
la tórtola en el alambre
las gaviotas en partida
hacia el pesquero del hambre
frente a la playa dormida.
¿Por qué nunca la encontré?
La calle al monte de pinos,
que en su busca transité
me tapiaba los caminos.
Aquel fuego sofoqué
con el ardid del bombero,
corregí el track de la ruta
para el bastón y el sombrero
y ahora el alma disfruta
la paz de amor verdadero.