Yo, que dilapidé toda mi ansia
en una noche de verano,
me he ocultado entre la sombra
otro invierno sin tu abrazo,
me he sumido en la penumbra
de tus besos y tu tacto
acariciando cada nota
que me tocas al piano.
Y tú, que esperaste en la distancia
protegiéndote de todo daño,
has cambiado tu refugio
por sostenerme de la mano,
has enfrentado mil demonios,
has escupido a tantos dioses
y aún así jamás exiges
que te ceda mis canciones.
Yo, huyendo de compromisos,
de las paredes de tu piso,
me doblego ante tu esencia,
tus silencios y tu arte,
me someto a la creencia
en tus metas y tu llanto,
me declaro insumisa
ante la tiranía del verano.
Y tú, atrapada en tu silencio,
te vistes de otoño y pienso
que daría lo que fuera
por otra noche a tu vera,
por un instante empañado
entre tus besos y caderas,
por una tarde más de marzo
convirtiendo en versos mis penas.
Ahora se me agota la temeridad a cada paso,
se me empaña la nostalgia
en la inercia de tu abrazo,
se marchita la tormenta
cuando duermo en tu regazo,
abriré todas mis puertas
a tus promesas y tu lazo.