No podría tener sólo sexo.
¡Si! La ventaja de la carne
es el primer paso;
¿ y el resto del sendero?
El resto, el resto está en la nación
del beso;
en el dulce obsequio de unos ojos
para otra mirada;
en el grito mudo de unas manos
sobre otra piel, que igual,
clama a las voces del silencio.
¿Cómo entonces, fríos ya fugitivos,
unos muslos la ausencia
de otros muslos aceptarían?
Si la tibieza de atrevidos dedos
muere en la soledad de los gemidos,
y el reino de las quemantes bocas
desfallece en los alientos.
No, no podría sólo tener sexo,
si al hundirme en otro vientre
no viajaría en algo más que la locura,
si se muere entre labios vivos
y renace en los descansados pechos;
Cuanta verdad es esa entrega:
hacer el amor, nombrada.