Yo aún recuerdo tu voz de tomillo
y el asco que manifestabas a toda religión.
Te recuerdo por tus vulgares maneras
y por el ocaso de sol, cuando plegabas,
de un trabajo que no merecías ni te gustaba.
Tus vulgares episodios y tus pantalones raídos
podridos hasta la cintura, y tus robos y tus manías.
Alguien por algo insuficiente, te acabó delatando,
y corriste por las superficies de pintura como un corzo,
diseminando tu semilla y acariciando la libertad.
Eras pintor, de boca ancha y amplia sonrisa,
nada que ver con los astutos y solitarios bebedores
de las ciudades. Te gustaban los pueblos y saneaste
más de una casa. Hasta que huiste, y huyó medio pueblo
contigo.
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