Aparecerán restos de maniquíes devorados,
catedrales que emergen desde la sombra,
consola donde naufragan los deseos,
un tiempo desmoronado.
Todas las almas estarán desvalidas,
la atmósfera será impregnada de dinamita,
llegará la encrucijada del cansancio,
nada quedará en pos de mí bajo la tierra.
Cuando el mar sea redondo,
y el corazón una espada,
despertaré en la esencia de la aurora,
acaso la luz ya no escupa los azulejos del silencio.
Todas las piedras que hoy enternecen
serán el calco sonoro de los delirios,
el camino y la rivera,
umbral de mi precario limbo.