Por una callecita de París
caminando muy de prisa,
canturreando alegremente
los poetas se dirigen
al Café de la Paix.
Se podían oír sus risas
y el clima festivo
que allí se vivía.
Estaba Arthur Rimbaud
máximo exponente
del simbolismo.
Charles Baudelaire,
lucía solemne,
y Paul Verlaine
saboreaba
su copa de chapagne
La exquisita
Aurora Dupin
George Sand
vestida como un caballero,
con su fino
chaleco negro,
saludaba
entre las mesas.
Más alejado,
tomando su copa de cognac
el pintor
Henry de Touluose Lautrec
artista del affiche,
cantaba, La vida es bella,
recordando su paso
por Le Moulin Rouge.
De su enorme carpeta
sacó unos cartones
y empezó a dibujar
a una bailarina,
con su vestido verde
y su amplio sombrero
orlado de plumas.
Seguramente
era La Goule
la bella alsaciana,
su amante.
Esa visión de época
llena de encanto
y bohemia
se desvaneció,
en la noche parisiense
del presente siglo,
con sabor
a nostalgia.
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