El sol me mira desde lejos
y yo le cierro la ventana...
Tengo tanta, tanta hambre
en un eco que rebota en el corazón.
Mientras me dirijo a la nevera
la madera rechina saboreando mis pasos
y me doy cuenta
que lo único que hay para comer
son tus recuerdos...
y lamentablemente son tan amargos
que prefiero que a mi estómago se llene de más soledad ...
Y vuelvo a la ventana
donde el sol ¡Ya no está!