Yo sé que el mundo allá fuera
-tras mi ventana-
levanta sus pesados hombros de cera.
Y le pesan
las tierras donde suda la pólvora un cansancio de sinrazón
o los edificios tapizados con papeles verdes
y vemos con pánico de bolsillo como se desploman sus rodillas;
jamás pensé que el verde se ensuciara de humanidad
o fuese la estrella que dirija banderas.
Fuera sigue el mundo con su desesperada esperanza
de no cubrir toda la sal del mar con ácido negro,
evitando que la sonrisa pierda sus dientes párvulos
y el tigre deje de ser abrigo o alfombra.
Aunque bajo las mangas de la incentidumbre
hayan ases oscuros o luminosos
es esa herida o alivio de todavía palpar el mundo.
Mientras afuera sigue todo su curso
revoltoso, calmado, abstracto;
dentro, mi cuadrado universo me viene encima:
los agujeros negros me descosen el apetito de dudar
y quien diga que el cielo es la mar
nunca vi peces en la cola de un cometa
sólo naves anclar en el vientre de la luna.
Una supernova de energía fétida
revienta en mi sien
me envuelve su ola sideral
de espacio
de tiempo
de oscura física
de infinito sabor de no saber nada.