La calle Huertas el sendero
que los fines de semana,
de manera cotidiana,
iluminan dos luceros
en un ambiente fiestero.
De ese verde aguamarina
son tus ojos de felina…,
¡de una eterna primavera!
Y es tu fina cabellera
de rubia tirando a albina.
Te me acercas con salero,
te presentas: – “Soy Tatiana”-,
tu mirada siberiana,
tan fría como el acero
me quema como un brasero.
Y cincelo en mi retina
tu boca tan coralina,
el vibrar de tu cadera…,
y yo, me abraso en la hoguera
de mi bella concubina.
No hay color en el tintero
ni en tu piel de porcelana,
transparente y tan liviana.
Más sentirla es placentero
si te toco con esmero.
Todo rosas, ni una espina,
al correrse la cortina
del amor de esa guerrera
que quiso ser guitarrera,
y yo ensalzo en mi vitrina.