Un anillo platino, sobrevivió a los envites y
golpes que le dió la vida
nunca dió una vuelta al ruedo.
El anciano con su joya levantaba sospechas en sus manos
En las puertas de los supermercados ya no volverian a dar las diez en este día,
y son sus manos tan viejas
como los pomos y cerrojos de las puertas
descoloridas,
que se gastan por el inexorable paso del tiempo,
como el sonido del trueno sin tempestad,
yo jamas vi truenos sin tempestades
imaginense que falacia
o bárbara definición,de palabras pueriles,
sería como imitar el sonido gutural
del perro, que no ladra
Sus ojos arrugaditos se unen en el puente
que sostiene a su puntiaguada nariz
y las manchas de azufre en su franela
advierten al que nada fia.
Con estas credenciales de presentación
y un desconocido curriculum
vivió;
tantos años como le permitió su frágil cuerpo.
Fue el último en saber que era pobre
tal vez nunca estuvo sentado en pupitres
pero la vida le dió un sinfin de lecciones.
Hoy murió un valiente pedidor de limosnas
en las puertas del supermercado.
Yo vi los crespones negros.
Solos en el tanatorio, nos vimos las caras,
el cura,
yo, y el anciano, ya frio y dormido en la caja
de pino.