La vida me ha vencido. Así, desnuda,
herida, desgarradamente sangrante
y enferma, he perdido.
Me supera el trino de los pájaros anunciando la llegada
de los rayos del nuevo día; su vuelo alegre y nervioso
proclamando la felicidad del despertar al nuevo amanecer.
No me importa. Me invade ese sentimiento gris oxidado
con olor a hierro mohoso que paraliza el tornillo chirriante
que echa a andar la maquinaria.
Oyéndolos cantar quisiera que me llevaran sus alas
secando la sal del nudo que baja por mi garganta.
Escucho los primeros cordeles marciales
de tendederos que corren por los balcones
bailando la ropa mojada, voces agudas saludan airosas
por la mañana; pero sólo alcanzo a ver el halo de luz
que entra por las ranuras de mis persianas
verdes, torpes, desvencijadas.
Las voces se vuelven graves, chillonas, grotescas,
lejanas. Son los ruidos que penetran en la soledad ahuecada
de mi pecho; mi caja de resonancia deja pasar el silbido,
el ritmo se vuelve pausa y distorsiona el sonido
del latir de las palabras
que palpitan inefables en algún lugar,
calladas. Me tortura lo que dicen, cuando ríen, cuando paran,
se unen al rayo de sol, al pájaro con sus alas,
al viento que mece el reflejo de la luz de mi persiana.
Me somete lo vivido viviendo sin esperanza,
la espera se ha vuelto azufre y me revuelve las ganas.
Me trepana el canto, el vuelo, la luz,
la ropa, la casa, las sombras que traen
las nubes, la tormenta que descarga;
hasta la música un día que fue una isla,
mi calma, ya la entiendo como incordio,
no la soporto, me cansa.
Me hastía la gente, yo misma, mi tiempo,
mis circunstancias. Sólo escucho el trino y muero
cada día en mi ventana
invidente. Me disculpo ante mi madre
su jazmín en mi mesita me acompaña,
noto aspereza en mi lengua de la piel de sus castañas
ceniza, ardientes, tostadas.
Pido perdón a la vida por no saber valorarla.
La subestimé en sus fuerzas y he perdido esta batalla;
pero ganaré la guerra. Volverán las nubes blancas
y el trino traerá el dulzor de azahar
de la naranja. El sol volverá a dormirse
arrullado en mi persiana
verde, torpe, desvencijada.
Luz De Gas