El poder de la observación es un arte.
Esta capacidad puede llegar a ser un don.
Es encontrar el meollo de todas las cosas las cuales pueden ser observadas, su esencia, su núcleo y de ellas sacar conclusiones según nuestro mirar.
La profundidad del mirar aún más adentro de lo superficial.
Los movimientos de las hojas impulsadas por el viento en otoño.
Los arboles completamente desnudos del invierno y el resurgir de la primavera.
El crecer y morir del todo y de nuestra propia naturaleza, su lado poético.
Observar el fuego y su maravillosa esencia de caos. El agua por momentos calma y por otros, totalmente violenta y arrasadora.
Si nuestra cotidianeidad fuera observar y no mirar, los ojos se llenarían de escenas maravillosas, dignas de guardar en nuestra memoria.
La parte final de observar es sentir.