En un temporal
las olas del mar
chocan en las rocas
puliéndolas y formándolas a su antojo.
Cuando la marea calma
deja a su paso manso calzo.
Pequeñas lagunas
quedan en la roca
tras pulir su blandura,
formando sabio realce,
dejando de las rocas
la parte más dura.
A la caída de la noche
la luz de la luna refleja
las pequeñas lagunas de la roca,
iluminando toda la cala;
pincelando de colores plateados
el rostro de mi amada;
acariciando su cuerpo desnudo
con aureolas de plata,
dejando ver entre flecos de seda
su silueta iluminada;
la cogí de la mano a la luz de la luna,
paseando en mi sueño
me detuve entre lagunas
mirándola a los ojos…
vi su llama… ardía de amor;
candente note su cuerpo
cuando a mí se acercaba.
Fundimos nuestros cuerpos en un abrazo
dejando a deseo de la luna
la voluntad de amar,
envolviéndonos en una sola aureola plateada
y en un sueño del que no queremos despertar.
Autor: Luis Pascual Limiñana
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