No es buen día,
hoy el viento ha traído la amargura
y las témperas dibujan
un horizonte gris en los cristales,
de un paisaje
de angustiosa perspectiva.
De tristezas y ansiedades
que franquean la rendija
de la pena más profunda,
del umbral de los pesares
que se clavan cual saetas puntiagudas
en los quicios de un aliento en agonía.
Me desgarro en elegías
y abatido, soy blasón de la locura,
de esa oscura
aflicción porque esta vida
es un páramo de ausencias ancestrales.
Y en la espuma
de los mares
de mis ojos delirantes,
en esa inmortal melancolía
de la sombra de sus lunas,
la esperanza se evapora como olas que se esfuman.
Es cadalso de tortura,
donde, confusa, sorda y murmurante,
hoy, ni la soledad me hace compañía.