Tras nuestra ruptura me dejaste secuelas que aún no he podido sanar, me obligaste a dejar lo que me gustaba.
Amaba fumar sentía tranquilidad en hacerlo, tuve que dejarlo, no te gustaba que mi vida se fuera consumiendo en cada cigarro, ahora no soporto ese olor.
Amaba quedarme en casa y despertarme al medio día, ahora tengo el mal hábito de ponerme los tenis a las 5:00 a. m. para salir a trotar.
Odio bailar, sigo sin entender porque me enseñaste si te ibas a marchar ¿acaso lo hiciste para que no te olvidara?
Amaba la comida rápida pero me enseñaste que existen las calorías y las consecuencias de sus excesos, sigo sin entender su cálculo en las comidas.
Odie que me hicieras vestirme de acuerdo a la ocasión, sigo pensando que los jeans y un Jersey son perfectos para toda ocasión, por cierto me puse es traje que te gustaba para la entrevista de trabajo.
Odie que me hicieras cambiar los domingos de fútbol con los domingos de misa y familia; por cierto esta semana nos tocaría ir a casa de mi madre, aún no sé cómo decirle que ya no volverás.
Lo acepto tal vez tus secuelas no son tan malas. Gracias...