Lozana, un abanico, precipitas
directo al corazón de mi alma inquieta
moviéndolo, a propósito, coqueta
en juegos que promulgas y que incitas.
A todas mis defensas debilitas
erótica lo mismo que indiscreta
dichosa bajo un arte que interpreta
el ritmo de ventalle al que me invitas.
Enciendes a mi instinto con tus dones
guardando a tu recato lujurioso
detrás de un semicírculo bordado.
Me tientan los enigmas que propones,
manzanas de un Edén libidinoso
trayendo, en tu abanico, mi pecado.