Posada en la frente, una golondrina
con las alas extendidas
te ensombreció la mirada.
Compaginando con resignación
días de infortunio con noches maltrechas,
tus cuentos de príncipes azules
convertidos en sapos
debieron empezar por el final
y verse finiquitados antes
del érase ninguna vez.
Un corazón estrangulado
por collares de perlas espinosas,
le puso anestesia a un cuerpo
aguijoneado por el enjambre
de bisturís desafilados.
No te fue posible transplantar
la matriz inerte a un lienzo
empecinado en dar a luz
desérticas simientes.
Fue tu devenir por este mundo,
cervatilla de la dolorida impronta,
un mero trámite a través
de jardines quirúrgicos.