Café con leche,
tomabas en la tarde,
con unas pastas.
Era tu tiempo,
minutos de descanso
y de evasión.
Quizás, entonces,
parabas en tus sueños
y fantasías.
Yo te miraba,
sumido en el silencio,
con reverencia.
De vez en cuando,
tus ojos me buscaban
y sonreías.
Quizás, entonces,
veía en ti a la estrella,
del faro y puerto.
Tus finos dedos
llevaban la tacita
hasta los labios.
Y allí apuraban
la crema y el rescoldo
de aquel café.
Luego volvías
al mundo de la infancia
y de mis sueños.
¡Tiernos recuerdos
de madre y de utopías,
con un café!
Rafael Sánchez Ortega ©
29/09/20
Es una figura entrañable y un cuadro que muchas veces hemos leído y pensado en vivir intensamente en algún momento de la vida con ese ser tan maravilloso como es nuestra madre. No recuerdo haberlo vivido así, exactamente, porque quizás nunca se dio esa ocasión, pero he tenido la suerte de poderlo \"vivir\" en mis sueños, en mis lecturas y de ahí este ensayo y estas letras que intentan, de alguna manera, reflejar el acto sencillo y un rato, en una tarde, con la persona maternal y querida.