Con el sol esplendoroso, que regalan los veranos,
florecieron ilusiones en el huerto de mi ensueño;
en el tálamo observando, de los cielos el diseño,
embriagado por los vinos de sus senos tan lozanos.
Los suspiros de las rosas, tan sensuales y paganos,
enmarcaban la belleza de su rostro tan risueño;
que sonriendo tan contento, con encanto caribeño;
me ofrecía las delicias de sus besos tan profanos.
En las cumbres del delirio, la adoré con la ternura,
que salía del arpegio que trinaban los jilgueros;
inspirados en las formas de su mágica silueta.
Y del nardo, su perfume, nos brindaba su frescura,
salpicando de fragancia, sus jadeos hechiceros,
que tejían las estelas de mis sueños de poeta.
Autor: Aníbal Rodríguez.