Quince años
en siete cajas
de cartón;
allí se marchan
las esquelas con
los plagios fieles
a Neruda,
las devotas copias
de Serrat;
los libros leídos
a dos voces
y las violetas mustias
dormidas entre páginas
que se han quedado mudas.
Tres cajas
de besos furtivos
en la penumbra adolescente;
llenas de reencuentros
y de aguaceros,
de promesas rotas
y de falsos perdones.
Quince años
y un tren de hojalata
que perdió su rumbo;
dos muñecas
roto el corazón
y congelado en mi memoria
su triste rostro de porcelana.