Cielo nublado.
Yo, sentado en un
banco de plaza.
Absorto en mis pensamientos.
Recordando un pasado que fue.
Las alegrías ya no existen.
El viento que esta noche hay,
me acompaña en mi soledad.
Quisiera viento,
me lleves contigo
como si un barrilete fuese,
y me remontes por los aires,
lejos, muy lejos de la tierra.
Esta, una amarga noche más
en mi solitaria vida.
En mi alma siento la esperanza
de reencontrarme contigo.
Una pena tan grande tengo,
que siento la sensación
que me estoy muriendo.
Moriría en una total soledad.
Yo, un hombre de fe,
presintiendo la muerte.
No puede ser.
No puedo creerlo.
¿dónde ha ido a parar
la fortaleza de mi alma?
¿Dónde está mi ilusión
que toda la vida tuve,
de amar y ser amado?
Fui amado sí...
pero ahora ya no estás
a mi lado.
Necesito tu presencia.
Necesito el bálsamo
de mi vida, que eras tú...
Y ahora, sigues siendo mi amor,
pero ausente estás.
Necesito tu presencia.
Con mis brazos abrazo mi cuerpo,
haciéndome la ilusión
de que entre ellos, a ti te tengo.
Es una ilusión... nada más que una ilusión...
Sentado aquí estoy...
y la gente que pasa me mira...
creerán que estoy loco,
o que tengo frío...
con mis brazos abrazando mi cuerpo,
creyendo que entre ellos,
tu cuerpo tengo...
Me levanto, camino...
con mi cabeza baja,
con mi cuerpo flojo,
con mi mente en el recuerdo
de nuestro pasado...
¡Si pudiese volver ese pasado!...
Debo aferrar mi alma a la vida.
Debo aceptar esta soledad...
Acompáñame tú, mi Jesús...
con tu presencia, mi soledad
se apacigua. Déjame sostenerme
en tu hombro, para que mi alma
pueda continuar en mi existencia,
con la esperanza de sobrevivir en paz.