Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Calle del Olvido - Parte II~**

Si el mundo iba de malas a peor, si ya el mar estaba picado y bravío, el sol opaco oscureciendo la parte del mundo y el frío ya llegaba en la misma piel. Desatando una furia alterna con el calor de siempre porque así es que se halla el mundo, entre el calor y frío. Cuando el tiempo se acaba, ella Cristal, y en la más terrible intuición del desastre natural y mortal del fin del mundo, llegaba ya. Y ella, Cristal lo sabía, de que el mundo acaba de una forma tan natural y tan real como es el fin del mundo. Si seriamente se dedicó en ser como el fuerte dolor, o como la naturaleza real de sentir el mal delirio. Cuando en el ocaso frío se deleitó más el combate de ver el final del mundo, pero, no, nadie tiene la oportunidad de ello, cuando nadie regresa de la muerte a contarlo. Si el sol caía en derredor, la lluvia caía fuertemente, y el terreno se derrumbaba. Y todo por una sola vez. Mientras que Cristal, habla con Doña Clara acerca de su futuro astral, no se convida en hacer real lo que más es el final del mundo. Cuando en el opaco sol se iba delicadamente en un ocaso muerto. Y Cristal lo había vaticinado todo, inclusive el desastre se venía venir y llegar en manos de Dios o del mismísimo diablo, al destruir algo que no le pertenecía o era la madre naturaleza la que con furia y euforia hacía valer su esencia y más su acometido. Cristal, una bruja diestra en hacer lo que siempre hacía, si siempre se debía de creer en el embargo clandestino en saber que el destino es como la misma fuerza. Y con cada dolor el mundo caía, por los mismos pecados y por la misma tentación fría y tan indecente. Con el amor sólo en el corazón, ¿crees que el sueño es real o que durará por siempre?, pues, no, no sólo en el instinto sino en la intuición de Cristal sobre el vaticinio del futuro tan real y tan destructivo. Cuando sólo en la manera de ver el deseo real, sino era así, cuando el mundo era tan cruel como la destrucción masiva y en masas se iba el mundo. Cuando en el momento se iba como cometa de luz, en el mundo o como un meteorito derrumbando el mundo. Y ella, seguía hablando con Doña Clara, cuando en el combate del mundo sólo se veía tan claro como el agua transparente y que es tan cristalina. Y la bola de cristal, la de Cristal, se veía el mundo tal y cual es, pero, con una destrucción masiva. Cuando en el combate de todo se veía venir suave y delicada, cuando en el suburbio dentro del ocaso oscuro se creyó que el deseo iba y venía delicada. Si en el destino se veía verdadero y no tan falso, si la falsedad era y siempre serán los falsos profetas vaticinando el futuro, pero, al revés. Cuando en el convite de todo, se veía cruel y desastroso, e impetuoso, como el ir y venir y regresar hacia el mismo lugar donde se propinó el inicial avance de la profecía real y tan verdadera. Cuando en el convite de lo impetuoso se veía como la rosa más delicada y a la vez más fuerte que nunca, dejando hiriente a la vida con sus espinas. Cuando en el ocaso frío se dedicó a ser tan incierto como el mismo futuro prometedor, pero, tan destructivo. Cuando era ella, Cristal, la que cosecha un futuro en la bola de cristal, como era ella Cristal, la que fue y será como el mismo avance, cuando en el coraje de ver y de querer sobrevivir iba y venía como dos luces veraniegas. Cuando en el convite de todo la luz oscurecía del todo, cuando en el amor sólo se venía venir en el corazón como preámbulo de lo acontecido. Cuando en el alma sólo se veía triste como llora la Magdalena, cuando dió todo su amor. Desnudando lo que más ocurre cuando en el momento se dió como el abrir y cerrar el delirio frío como el mismo instinto y la misma intuición de Cristal. Cuando en el área fundada del desastre sólo se venía venir el aire como todo desastre natural. Cuando en el abrir y cerrar de ojos, se dió como el mismo instante en que se debía de atraer el mismo ingrato porvenir. Cuando en el desenlace se veía el fin llegar. Cuando ella, Cristal, sólo veía el fin en la bola de cristal, y a través de sus ojazos azules de mar. Cuando en el desierto mágico se dió lo que más pasó, cuando en el invierno hubo un fuego devorador y tan voraz como el viento, o como el mismo aire destrozando todo a su vera. Si cuando Cristal, se vió aferrada al viento cuando salió de su residencia, y vió a la calle del olvido correr de sus casas, cuando el fin del mundo se veía venir y llegar como un terrible tormento, y sin una luz en el camino como se apagó el mismo sol en el camino. Cuando en el ocaso se dió como la llave del corazón, cuando en el secreto se dió como el decreto en el mismo camino. Cuando en el instante se devoró una vida, la sola vida que quedaba en el camino y en la sola atracción de que en el convite se dió una forma de ver el cielo caer. En el mismo instante en que se debía de pasar lo que más ocurrió en la fuerza de ver el cinismo en la cara de la destrucción. Cuando en el amor y en la pasada vida, se vió reflejada la luz en el alma, y en más que en el clima en soledad y sin un sol nuestro. Cuando en el pasaje vivido, se dió lo que más acontece y en el alma un pasaje de ida y sin vueltas. Cuando la residencia se vió el sol opaco, trascendental y frío y en el alma una verdad tan sola y sombría. En que sólo el cristal de la bola lo decía todo, cuando en el suburbio de lo primordial, se debatía una sola espera esperando por lo real, por lo verdadero y por lo caluroso de un todo. Cuando en el ocaso se vió descender hacia el frío desolación y de un total derrumbe en el alma, y que se enfrió el ocaso frío. Cuando en el alma quiso ser como el dolor frío, si el mundo se hechizó con el dolor y con el alma detener el cielo de un derrumbe total, cuando en el sombrío destrozo de un cálido tormento, se vió como la penumbra en sombras de soledades. Cuando en el ocaso se vió como el poder de la mano de Dios, cuando en el amor quedó como el vino añejo, destrozando la cara y mirando el cielo de vida y de una salvación y tan inocua. Cuando en el ocaso se advirtió una sensación tan mala como el haber sido en la bola de cristal el fin del mundo en un futuro y muy cercano. Cuando llegó el reloj y sin distancia como lo amargo de la órbita lunar atrapando el dolor en un santiamén. Y se fue el sol entero por el mismo lugar en que llegó la total destrucción mundial. Y Cristal ya lo sabía, sabía de todo el futuro cuando en el desenlace se venía llegar por cuantas gotas si en el alma se venía venir. Cuando en el combate se da una manera de ver el cielo mismo, al mismo tiempo, y en el mismo ocaso inerte cuando en la forma de amar quedó sólo un corazón por amar enterrado en el mismo instante en que se cae el sol dejando oscura a la ciudad muerta. Cuando en el reflejo se da lo mismo en que se muere el ocaso cuando el sol se va y llega la noche tan fría. Cuando en el terrible desenlace se dió lo que más se perfiló en el alma, sucumbiendo en un trance tan inocuo, cuando el sol se volcó como la oscura soledad. Cuando en el imperio se da como la vez aquella en que el sol se observó al final del mundo. Cuando Cristal dió lo que más dió y más con la bola de cristal, viendo en la bola un suburbio dentro del cometido vaticinio del fin del mundo. Cuando en el combate de la primera vez en que se vió el sol sin la luz del instante en que se vió la sorpresa tan real como el sol en plena oscuridad, se dió lo que más en el alma. Cuando en el convite real de la verdad se dió lo que más ardió en el alma un respiro como un gran suplicio en suplicar que no fuera ni que llegara el final del mundo. Cuando en el instante se debió de creer en jactar el recuerdo en el fin entre Cristal y Doña Clara. Y Doña Clara preguntando su futuro y Cristal afuera de su residencia viendo pasar de todo si era el final del mundo. Y ella, Cristal, quedó perpleja, atónita y estupefacta, viendo lo acontecido y el vaticinio real de la bola de cristal en que no faltó nada de lo que vió, veía y vivía. Cuando ocurrió el mal desenlace o el final mundial. Cuando el futuro se veía llegar en lo peor, el clandestino furor de la madre naturaleza, y de un mal tiempo, en que se veía llegar el mal tiempo en camisas sudadas por el correr y querer salvar hasta la vida misma. Cuando en el instante en que se debía de creer en la fantasía, sino era fantasía sino realidad, era la verdad de creer en que era el final del mundo. Y la calle del olvido, ¡ay, de la calle del olvido!, sino se olvidaba del mundo ni del sol ni del aquel ocaso, cuando en el suburbio de la verdad se electrizó el combate frío. Cuando en el trance irreal de la verdad se hizo y se fue como el clandestino silencio atormentando en la ira insolvente y de creer en el cielo azul. Cuando en el desierto mágico se disolvió en la memoria en que se dió la forma más imprudente de ver el cielo caer en un total derrumbe mundial. 

Cuando ella, Cristal, sólo quedó sorprendida y absorta al ver que el mundo caía como un total derrumbe. La tierra se movía, y veía y creía en el final, sí, si era el final en que se veía como el desenlace vacuo. Cuando en el final se vió como el terrible mal que se avecinaba con lo que irrumpía en la magia del fraguar. Y sí, que era verdad, y que era el final, el fin del mundo, cuando inicialmente se debía de dar énfasis en el tormento trascendental del mundo. Y Doña Clara, sin ver nada, ni del fin del mundo ni nada del total derrumbe que ocurría a su alrededor. Y la calle del olvido en un olvido tan inocuo, vacuo y con un vértigo en el signo zodiacal Virgo, de la vigorizante pasión que quizás le esperaba a Doña Clara. Cuando en la carta astral le dice con sus ojos de mar tan azules como el mismo cielo, que el destino se veía venir abajo. Cuando en su manera vil y trascendental y tan efímero como lo más terrible del deseo, marcando un camino y tan vil como el mismo triunfo de la madre naturaleza. Cuando en el delirio se enfrío el sol en contra del calor del mismo sol en caer a sus rayos de sol, como cuando llega la lluvia fría y desértica. Cuando se logró sólo caer en derredor y en una sorpresiva forma y manera de ver el sol caer con la lluvia. Cuando en el ocaso se dió como lo más fastuoso, pues, se derrumbaba todo y la tierra marcaba una trascendental historia en que se caía hacia el mismo universo vacuo y tan vacío de nada y lleno de estrellas tan iluminarias en que sólo se veía lo puro y la pureza de sus aguas cristalinas, como los ojazos azules como el mismo mar perdido de la bruja llamada Cristal. Y sí, que el cielo se electrizó cuando en el combate se vió como todo principio defectuoso y horroroso abismán, cuando en el abismo frío no hubo salida ni un sueño o una cruel pesadilla. Cuando en el ocaso frío se dedicó en ser tan huérfano como aquella vez en que la luz se fue por el abismo frío y sin ser como un huésped en la misma piel. Cuando en el delirio frío se identificó con la identidad tan real, como en el universo vacío y vacuo de estrellas sin luz. Cuando en el mundo sólo se enfrió en el sol cuando el calor se derritió en la misma piel, desafiando al sol en cada rayo de luz en el mismo cielo. Cuando en el desierto se hizo como el mismo desenlace de querer en el frío como una vez en el desierto mágico. Cuando en el mundo se debió de dar la fuerza mayor en el convite desnudo de atraer el derrumbe total y transparente como el cristal, si era ella Cristal. Cuando en el aire se debió de enfriar el cometido de luces trascendentales que se veían en el cielo como una magia, pero, era el final del mundo. Cuando Doña Clara, sólo creía en el futuro que le dicta Cristal, pues, le habían salido dos o tres cosas que Cristal le había vaticinado. Cuando en el rencor y en el odio, se dió todo como una vez en el instinto o en la intuición con que Cristal miraba el futuro desde su bola de cristal, si era ella, Cristal. Cuando en el ambiente se tornó desesperadamente intrascendente y descendente hacia el mismo delirio frío, cuando en el ocaso y tan frío se deleita como el mismo derrumbe total del mundo actual. Cuando en el jactar del vivir se dió como una órbita atrapando el deseo y la mayor parte del deseo vivido en morir en un altercado entre el mundo y el ser humano. Cuando en el camino se dió la vida en recibir el dolor más amargo de la mala existencia, cuando entre el mundo decaído e inerte de fríos, decae en el desierto como en el juego por haber odiado en la manera de ver el mal final del mundo actual. Cuando las hélices del amor se dió un mal tergiversado cuando el futuro estaba tan claro como Doña Clara, lo sabía ya, y Cristal, si también lo sabía ella. 



Continuará……………………………………………………………………………….