De mi imagen se desprenden hojas
como escamas de la piel de un reptil,
y se llevan entre ellas al suspiro más sutil,
que brotó de mí aquella noche de marzo.
La primavera que sacudió mi campo
se ha quedado muda y sin fuerza,
y el otoño recién nacido impuso su inexorable belleza.
Busqué revivir el sentimiento con canciones,
con lugares y poemas que avivaron la llama.
Es inútil, hay desierto al otro lado de la cama
en el que descubrí que se ha perdido la batalla.
Hoy dejo a mis piernas que cesen de correr
antes de llegar a la utópica meta.
Tus ojos, esas ventanas hacia tu universo,
me dejaron de invitar a dedicarles nuevos versos.
No hubo un gran error o fallo de tu parte,
sólo un golpe de realidad: he dejado de idealizarte,
porque descubrí que me hicieron creer
en la necesidad amarte.