Y Doña Clara a penas salía de la residencia y sin poder percatarse de todo lo sucedido, si cuando en el deseo se dió la magia en cegar a los ojos a Doña Clara, para que no viera el terrible final del mundo y en dejar el mundo actual como tan verdadero y como era. Cuando en el momento se dió la magia universal, y tan real como el haber sido la destrucción total y tan masiva en el mundo. Y el existir y la existencia se veían venir ya morir, cuando el derrumbe total de la tierra llegó como se va el agua entre los dedos. Cuando en el ocaso frío se llenó de iras y de insolvencias autónomas en saber descifrar lo acontecido, cuando en el suburbio de lo irreal se dió lo que más hechizó en el alma y en la hoguera llena de llamas del fuego latente que caía desde el cielo quemando todo a su paso. Cuando en el combate de lo sucedido y en el deleite de lo existencial de la vida misma, ocasionó lo más vergonzoso y lo más vigorizante del instante un tormento frío y en la piel un desastre y una delicada mala situación en el mundo actual. Y Cristal, lo sabía todo, pues, en la manera de la intuición y de la salvedad se electrizó el convite en creer en el mal suceso que detenía al tiempo como en la bola de cristal de Cristal. Cuando en el albergue lo que más dió en el alma una atrocidad tan fea y tan horrorosa como el mismo cielo lleno de fuego y de color gris y tan negro como la misma oscuridad. Cuando en el deceso de la vida humana sólo quedaba llorar más, pero, no, no era así. Y Cristal en el umbral de la puerta en su residencia en la calle del olvido, sólo quedaba una manera de ver el cielo de gris tormenta. Cuando ella salió de su residencia sólo vió lo que en señal del fin del mundo fue una manera vil y de un añil azul el cielo lleno de un sólo desastre desastroso. Cuando en el alma sólo vió lo que acontece en el venidero y prometedor futuro cuando en la alborada calmó todo y todo el mundo dejó de correr vió lo que era un desierto de gentes. Cuando en el combate de lo evidenciado en la bola de cristal, se dedicó en ser como el deleite de haber sido como el mismo desafío. Cuando en la alborada se dió lo más fuerte de todo, ver el desastre dejado, pero, no, no cree que llega la mañana a ver el desastre. Cuando en el suburbio de lo acontecido se vió inalterado la mala destrucción en el mundo. Y Cristal, se hinchó al ver el desastre universal que acababa de acontecer, cuando lo vió detenida en la puerta de su residencia en la calle del olvido. Cuando en la bola de cristal, de ella, de Cristal, se dió lo venidero de un futuro nuestro sin más que el siniestro cálido, y que el mismo sol se dió como la quema en la hoguera con tan sólo una llama alrededor de esa hoguera siniestra y tan cálida como lo fue el mundo destrozar en pedazos y en trizas fuera del bien común. Cuando en el convite nuestro se dió lo que más en el instante en que cayó lo que calló en el mal deseo inerte y tan frío como el final del mundo. Cuando en el ocaso comenzó a llover esporádicamente en el deceso universal de un ocaso frío y tan terrible como el mismo mal momento en que llovió lo que más se destrozó en el mundo. Cuando en el ámbito terrestre y subyugado temor o en el incierto miedo de querer ver el fin del mundo, cuando en el ocaso se dió lo que más en el desfallecer en el único desenlace de un fallo final del mundo inerte y tenebroso como lo fue caer el mundo en un triste final. Cuando en el ámbito terrestre se dió lo que más soltó en el alma cuando la luz llega y se va la mala osadía. Cuando en el hogar de Cristal siempre se veía el cielo en flavo color y en un bello amanecer, cuando en el silencio se dió como el instante en que se edificó la forma de ver el ocaso muerto. Destrozando la vida y más el desastre en el combate frío, y de tener el mar de sus ojazos azules como el mar entre el calor de la bola fría y de cristal viendo y vaticinando el futuro. Cuando en el ocaso muerto llegó el fin del mundo en una mala premonición futurística por la pitonisa, cuando en el alma la luz oscureció de temor y de fríos, y de una mala ansiedad y por un mal estrés tan raro como lo fue perder al mundo en un sólo desastre y no tan inocuo, sino que hizo daño y mucho daño en el combate de creer en ver el final del mundo en ojos azules y de la bola de cristal de Cristal.
Y Doña Clara sin percatarse ni admirar el desastre en ver el universo de negro con unas luces trasncendentales como la vez en que ella imaginó cuando pequeña las luces universales de creer en el convite de luces iluminarias de ver la transparencia furtiva y febril como el fuego que aún quema. Cuando en el ocaso fue como el flavo color de tener el fuego devorador en el siniestro y en el rencor de querer el silencio en el corazón. Cuando en el siniestro deseoso se vió como el desastre muerto en el coraje de creer en el alma fugaz como la misma estrella en el cielo universal dejando la misma luz. Cuando en el instante se vió como el vil tormento en que se dejó caer el mundo en un sólo desastre. Cuando en el reflejo de la luz se vió inalterada la eficaz trascendencias de una luz que llevaba tiempo en el espacio vacío y tan vacuo como el aparecer de una fugaz estrella en el cielo. Cuando en el siniestro cálido tormentoso se vió aterrado el mundo entre aquel ocaso frío de aquel viernes de agosto. Cuando el cielo y la tierra hicieron su angosto y pedregoso camino, cuando en el instante se volvió un tormento. Cuando en el convite se dió el desastre universal cuando en lo extraño se dió y se vió lo acontecido dentro del mismo sol quemando en lo oscuro universal dentro del mismo mundo. Y Doña Clara sin mirar ni observar y Cristal quedando atónita y perpleja, sólo miró el añil del cielo quedando inerte y tan fría como la misma nieve que pasaba en el evento del final del mundo. Cuando en el convite dentro del ocaso se vió aterrado el desastre dentro de la misma cosecha cuando en el rosal quedó deshojado en el jardín de Cristal. Y ella paralizada en la puerta viendo pasar en la noche después del terrible ocaso y tan frío como el mismo desastre. Cuando en el desierto se dió como la luna desértica cuando Cristal se vió allí detenida y parada en esa puerta, porque cuando ella abrió esa puerta sólo vió el torrente de mar en sus propios ojos azules el desastre tan terrible y con ser tan dañino sólo se aferró al deseo de morir junto a él. Y sí, se aferró al desastre de vivir y de morir en el mal intento de ver a través de esos ojos azules de mar el fin del mundo. Cuando en el universo universal del daño mundial se gastó todo como un abrir y cerrar de ojos y tan azules como el mar perdido y el mar adentrando a la tierra como el desastre más dañino dle mundo. Y Doña Clara sin sospechar nada, ni del viento ni del aire ni del aquel ocaso inerte y tan frío como el mismo instante se vió inalterado como el mismo frío. Cuando en el convite universal dentro del mismo momento en que se dió como el mismo impetuoso mar en un sólo derrumbe total, se dió la forma más efímera en que las penurias regresaron al convite universal de un desastre en que el cielo se tornó de gris tormenta y de una triste sensación cuando en el aire se dió como el mismo y único trascendental deceso, cuando en el mundo se tornó desesperadamente dañino con el mismo sol en cada rencor del mundo y del sol quemando poco a poco el destino frío y más a la tierra con pecados y de malas tentaciones. Cuando en el destino frío y en cada derrumbe total se edificó el desafío frío e inerte en cada ojo de Cristal, cuando ella lo vé todo en la bola de cristal, dejando inerte y frío al cielo de añil y de vil tormento, cuando en el ocaso quedó muerto y de un derrumbe total como si fuera un desierto mágico e inventado como la misma imaginación. Si Doña Clara, sólo debía de creer en su marido o en la amante de éste. Cuando en el alma se vió la luz efímera y tan corta, pero, tan penetrante como el mismo lucero o como el mismo cometa de luz veraniego en ese verano que pasaba alrededor del enjambre universal en que ella veía el sol caer en sus propios ojos azules de mar. Y se fue, Cristal, por donde iba y venía el torrente de mar perdido sobre la misma tierra. Edificando el tormento y el desastre en deterioro universal de caídos sobre la misma insistencia autónoma de ver el cielo de gris tormenta, cuando cayó lo que calla en el desierto ambiguo, pero, continuo de lo adyacente de mirar el reflejo en cada suspiro del respiro que le dió Cristal a la vida misma cuando vió el final del mundo. Cuando en el desierto mágico se electrizó la forma de ver la vida misma cuando en el ocaso se dió la forma de ver el cielo como la magia en sus propios ojos azules de mar atrevido. Cuando en el albergue de su corazón, sólo Cristal, se vió como el haber sido como pintar un dibujo inocuo en el cielo devastado y tan desvanecido como el negro oscuro del tiempo en el reloj más perdido. Cuando en el fingir del corazón sólo ella vió el corazón saltar como cometa de luz o como un meteorito y tan clandestino cuando en el silencio se dió como la misma forma de ver el cielo en forma de lo que pintaba en el mismo cielo. Y Cristal, sola, abatida y tan herida al abrir la puerta de su residencia en la calle del olvido, cuando el cielo tan desastroso, se dió como el ave sin poder volar lejos, pero, no, no era así, se quedó abatida, mal relajada, y en un cálido mal siniestro cuando en el mal infundado se creyó que el sol, iba y venía cuando era el sol en un cálido y bello y hermoso ocaso del día en que se avecinaba el mal y el final del mundo. Si se dió lo más terrible del mal infundado cuando en el ocaso se dió el sol clandestino y fuera de lo común. Cuando ella, Cristal, se electrizó la forma adyacente de ver el cielo como aquella rosa en su jardín, pero, el mal llegó entre sus malas espinas, cuando en el ocaso se dió como la vil forma de creer en el desastre que se vino abajo cuando lo vió a través de la puerta en el umbral de su hogar en la calle del olvido. Si la calle del olvido, fue y siempre será la forma más cruda de ver el cielo de negro color, cuando no, no era así. Sólo los ojos de Cristal como el azul del mar, sólo se reflejó en la bola de cristal, lo que más se dió en el alma una eterna luz en que se apagó con el sólo deseo o con el tiempo. Cuando en el ocaso se vió llegar la sola noche y tan fría como el mismo hielo en el refrigerador. Si se enredó como en una telaraña lo que más se dió en la misma fuerza y en la misma fortaleza, en dar y recibir lo que más se añoró, y todo porque en el desafío inerte y álgido se vió el enredo de creer en la magia del desierto.
Y ella, Cristal, sus pies se enredaron con aquel tallo de la rosa en su jardín y se fue del mundo como quien lo ve llegar a sus ojos de azul de mar. Cuando, de repente, se vió inalterada su forma de ver el cielo y el mundo en la calle del olvido y sin poder olvidar nada. Se despertó del eficaz tormento cuando vió el torrente de mar caer sobre ella, y sus pies enredados entre aquella rosa cayendo de rodillas, hacia el mundo inerte y tan cálido y tan siniestro como aquel sol en el cielo. Cuando en el paraíso y en el Edén, sólo se vió un torrente de aguaceros de lluvia de mar sobre ella. Y eran sus ojos, sí, los que quedaron inertes y petrificados en aquella bola de cristal, cuando Cristal, era y será como la bola de cristal, en que ella vaticinó el final del mundo. Cuando sus ojos de azul de mar quedaron adheridos como imán en la bola de cristal desafiando el momento y Doña Clara tan clara como el agua de cristal, y ella Cristal, sólo perfiló el deseo en ser una bruja tan diestra, pero, no astuta, cuando su premonición de pitonisa no le falló nunca.
FIN