Quizá el silencio
y la mortaja resuelvan
la historia entre el sepulcro y la cuna.
Conmigo no fue así.
Fuiste grito,
yo impaciencia
de increíbles misterios,
en este tórrido amor
e indudable testigo
de incongruentes realidades que confesaremos
cuando nos llame el eterno.
Ahora me dicen que la muerte no existe,
que su estado natural es el amor,
que para llegar a él
debo beberme tu noche de un sorbo sin eructar un solo beso,
pero no puedo,
tu nombre me arde en la boca como remolino picante de emociones,
Sabes bien que no es casual ni premeditada alevosía,
Me florece tan sonoro como un canto y sigue ardiendo pese a que
cada latido muere cada vez que te veo
o cada vez que cae la tarde,
luego me envuelve la noche
y tu piel se queda en un nido en las ramas
más altas del destino,
como empollando estrellas
en esta jodida geometría.
de futuro,
dibujada en el mapa que me separa de ti en este largo exilio de tus brazos.
Al parecer este cielo
se quedó sin gaviotas
y sin ti,
solo llama un milagro.
Y temo interrumpir el sonido del pensamiento,
dejar de deletrear
tu exquisito nombre, aunque arda al renacer
y reconstruir nuevamente
las palabras de nuestros sueños
sin importar,
el incomprensible pasado,
ni el incomparable exilio.
Justo Aldu
Panameño
Febrero 2021
Derechos Reservados