En cada atardecer, en cada aurora,
contemplo en el paisaje, cual saeta,
la imagen de esperanza redentora
que abriga mis ensueños de poeta.
Del mirlo, en su trinar tan cadencioso
escucho de justicia gran suspiro;
que carga con el ramo esplendoroso
de paz y libertad, ¡que tanto aspiro!
Y siento que palpitan corazones
con rosas de bondad y bizarría;
que elevan con orgullo los pendones
de amor, de patriotismo y valentía.
¡Y miro en una fresca y blanca bruma
los rostros de Atahualpa y Moctezuma!
Autor: Aníbal Rodríguez.