José Luis Barrientos León

Después de la partida

 

 

De pie junto a tu sombra, contemplo como huye la vida

No es este el lugar que añore desde el primer día

Ni el desierto que alcance como tierra prometida

A donde ha partido la piedad, que me prometió hablar en compañía

Que me ofreció la verdad y la certeza de vivir sin agonía

Dime tu a donde, partió la compasión, sin cortejo, sin despedida

 

Busque la fe entre la campiña, el manantial y la arboleda

Al sentir que, viendo mucho podría creer desmesurado

Pero fue un error casi infundado, que cegó el corazón dejándolo a ciegas

Incruenta fue la realidad que, en ese día, dejó la naturaleza desposeída

Del arte, del color y la armonía, que me daba esperanza y me redimía

 

De pie junto a tu sombra, añoro los pechos que de pasión ardían

Tu fiero caudal de donde bebió el río, hasta inundar mi páramo baldío

Terminó el diluvio en aridez, hasta engendrar desiertos y sequías

Fue tu mano, fue la mía, la que agito el adiós y su desprecio

Las que dulcemente como mortaja, nos cubrió de omisión y desesperanza

 

Volveré la mirada a la montaña, para llenarme de verde y esperanza

Para escuchar el tono de la cigarra, que en la oscuridad canta tu nombre y mi añoranza

Reviviré la memoria de tu danza, que, entre la tibia sabana,  inocente, angelical se agitaba

Hasta alcanzar la desnudez de tu inmaculada espalda, 

con mi mano ingenua en tu lontananza

Recorreré tus llanuras, y tus cúspides, acariciare con candor todos tus vértices

Hasta recalar con docilidad en tu ribera, y aquietar mi tempestad entre tu vientre.