De pie junto a tu sombra, contemplo como huye la vida
No es este el lugar que añore desde el primer día
Ni el desierto que alcance como tierra prometida
A donde ha partido la piedad, que me prometió hablar en compañía
Que me ofreció la verdad y la certeza de vivir sin agonía
Dime tu a donde, partió la compasión, sin cortejo, sin despedida
Busque la fe entre la campiña, el manantial y la arboleda
Al sentir que, viendo mucho podría creer desmesurado
Pero fue un error casi infundado, que cegó el corazón dejándolo a ciegas
Incruenta fue la realidad que, en ese día, dejó la naturaleza desposeída
Del arte, del color y la armonía, que me daba esperanza y me redimía
De pie junto a tu sombra, añoro los pechos que de pasión ardían
Tu fiero caudal de donde bebió el río, hasta inundar mi páramo baldío
Terminó el diluvio en aridez, hasta engendrar desiertos y sequías
Fue tu mano, fue la mía, la que agito el adiós y su desprecio
Las que dulcemente como mortaja, nos cubrió de omisión y desesperanza
Volveré la mirada a la montaña, para llenarme de verde y esperanza
Para escuchar el tono de la cigarra, que en la oscuridad canta tu nombre y mi añoranza
Reviviré la memoria de tu danza, que, entre la tibia sabana, inocente, angelical se agitaba
Hasta alcanzar la desnudez de tu inmaculada espalda,
con mi mano ingenua en tu lontananza
Recorreré tus llanuras, y tus cúspides, acariciare con candor todos tus vértices
Hasta recalar con docilidad en tu ribera, y aquietar mi tempestad entre tu vientre.