Ron Alphonso

Amanecer cincuenta y cuatro

Amanecer cincuenta y cuatro

Que linda estabas hoy,
como aquella tarde en que te conocí.

Me encantaron tus ojos verdes,
de ese verde que solo en ellos hay.

Tu boca de fresa madura,
por su color y... sabor...

Tu figura menudita, juvenil
cincuenta y cinco kilos de ternura.

Te miro allí, tranquila, meditando,
y no veo un cuerpo agotado,
veo a la mujercita luchadora,
soportando el dolor, la incomodidad...

Y quisiera invadir tu pensamiento, saber si aún me amas como yo a ti,
saber que quieres que haga por ti,
si algo te duele,
te entristece o alegra.

Si a pesar de haber estado estos días,
como siempre al lado tuyo,
de tu mano,
besándote con tapabocas,
para no perder la deliciosa manía,
extrañas...
mis habilidades manuales,
mis abrazos con la medida justa a tu sofoco,
si aún quieres ir a tu casita blanca
con macetas sembradas de geranios, novios y catleyas.

Pasar las noches de luna llena,
sentados bajo un cielo plagado de estrellas,
recitando poemas de amor,
humedecidos con el sabor de la yerbabuena
que aromatiza los mojitos,

Mirarnos largamente a los ojos,
en silencio,
trasmitir el sentimiento,
a través del palpitar del corazón.

Pero prefiero presentirte,
resguardar tu libertad,
respetar tu libre albedrío
y dejar que desde tu mundo de sombras
me hagas saber que sigo siendo tu viejito,
el cascas,
el que te ama por oficio,
costumbre y convicción.

Ron Alphonso
17 de febrero 2021