Jesús Oscar Ugalde

Diosa blanca

Puse tu mano en mi pecho,

y un mensaje tan ilusorio,

magníficamente manufacturado:

Como un guerrero determinado

he de bendecirme en las fuentes de tu dicha

y la cuesta lograda en tu corazón mi alegría.


Diosa blanca,

sublime mirar,

fatua superficie,

oh, tu imagen ansiosa en mí...

tanta soledad fue tu muralla.

 

A través de la nostalgia se oscurece el valle de la vida,

tu eco vuelvo a sentir, amada mía:

mujer de pechos florecidos, rosa perfumada,

cintura ceñida en mis caprichos.

 

Y desde entonces,

en los ecos de las otrora estridentes voces,

en un oscurecido valle,

diosa blanca marchita,

fatua superficie,

tanta soledad sigue siendo tu muralla.