Pasan lentos los peces, atravesando
los ojos paulatinos, sombríos, silenciosos.
Ocupan su terreno de arena las vestales
de luz que inundaron mi lengua de oscuridad.
Yo, este cántico inaprensible, pasaremos,
como demonios invencibles, los lagos que asaltan
la caverna proscrita, las pavesas metalúrgicas de los testimonios.
Y este testamento de gloria, de orgullo derribado,
bajo nombres prescritos, como sombras en la inmensidad
aplanada, fundirán en mitos, sus cuerpos como idiomas
que escribiré muerto.
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