¿Cuánto hacía? Media vida
desde aquel último beso.
Desde el hilo de esperanza
que, en el hielo de una noche
de un octubre atormentado,
me engañó con la ilusión.
No hubo tales, ni esperanzas
ni ilusiones, solo heridas
de puñales incrustados
en el alma y corazón.
Y, hoy de nuevo, casualmente
apareces como antaño,
con mirada iluminada,
con sonrisa fascinante,
con el aura hipnotizante
de la ninfa de otro tiempo,
que më hizo enamorarme.
Y te acercas, y me tomas
de la mano dulcemente,
y acaricias con tus yemas
las suturas de mi piel.
Y tus labios, que se adosan
peligrosos al contorno
de los míos, me susurran
nebulosas que no entiendo.
Y agitado y confundido,
te suplico que lo pienses,
que no actúes si no sientes,
que no poses en mi boca
los placeres del amor
si de nuevo me hará daño.
¡Y me besas! Ese beso
que me sabe como siempre,
que se guarda en mi memoria
para herirme eternamente.
Te lo dije, ¡te lo dije!,
te rogué que no lo hicieras,
porque sabes que me muero
aunque beses en mis sueños.