Desde mi humanidad desprendo un halo
incandescente que de averno quema
mi desvelo fecundo, soy blasfema
y Longinos en cruz del hombre malo.
En mi violento témpano alguien puso
un frío semejante a un mortuorio,
y en mi mitra desciende el ofertorio
de los huesos, diciéndome: «¡recluso!».
La noche ha devorado mi pupila,
estoy ciego en mis propias prisïones
alguien me llama, alguien me vigila:
Son dos puertas del alma en mis regiones
que están abiertas, son los tiempos huérfanos
que hacen vibrar mis tristes emociones.
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John Morales Arriola