Para que yo te quiera no me basta
esa bella apariencia de tu cuerpo,
la noble gentileza, el sentimiento
más puro que he encontrado en alguna alma;
Para que yo te quiera no me basta
esa gran lucidez del grato acierto,
envolvente elocuencia ante ese reto
que, con gran sencillez, desbarata;
para que yo te quiera sólo pido
la franqueza de amante corazón
convertida en el viento en suspiro;
que seas pebetero de ese amor
que no apaga su llama de cariño,
y como un fuego eterno se quedó...