Te respeto y la Montaña
Cuando se tiene que salir,
Del tremendo caos que es la ciudad,
Porque en las noticias se suele oír,
Dolor, sufrir y vanidad.
Horrible son las calles con sangre derramada,
Los gritos de desesperación de una familia,
Se vuelve oscuro cada día,
Al despedir de un ser tan amado.
Cuantas historias son rotas,
A causa de ingratas balas,
Cuantos dejaron de latir los corazones,
Que son víctimas de enemistades.
Me voy al campo, vivir de ermitaño,
A pasar cada año,
Porque se respira un aire puro,
Sin ser estropeado por un muro.
En la comunidad, que está encima,
De la voluminosa montaña,
Es un distinto clima,
Y se aprecia mejor la mañana.
Veo que los hombres respetan a sus esposas,
Las mujeres cuidan con amor a sus bebés,
Los hijos e hijas honran a sus padres,
Y ellos alegres por ver crecer a sus descendientes.
No había ninguna pelea diaria,
Tampoco se escuchan balas asesinas,
Ni mucho menos se escuchan groserías,
Nada de discriminación, nada de maldad.
Qué bello es estar aquí, en la montaña
Esto es el paraíso, la sacra gloria.
La puerta que toca el azul del cielo,
Donde los ángeles descendían del cielo.
Que aire que nos inspira a tranquilidad,
Extiendo mis brazos para recibir las brisas,
Sentía que me abraza de paz,
Acompañado de la serena alegría y amor.
Qué bello es vivir aquí, en la montaña,
Y contemplar la mañana,
Que hermoso las maravillas del Señor,
Porque en ellas se obtiene amor.
Juventino Pérez