A escondidas con tu amante por el parque
recogiendo flores rojas y celestes, para
adornar tus cabellos rubios como el oro
brillando con el sol oscurecido en la sombra.
Las olas en el mar despacio golpean la roca
para no asustar a los amantes en su beso de amor
y ella no piense que es el marido que la sigue
y se esconde entre los matorrales dormidos.
Sus manos tiemblan en las manos de su amante
y se abraza al cuerpo del individuo temeroso
dejando caer una lagrima en su pecho robusto
pendiente en la sombra que se acerca por el camino
el taco del zapato estremece la tarde tenebrosa
y su corazón temeroso, como un puñal hiriendo su pecho.