Alberto Escobar

Sí señores, bien oído está

 

Silbo sin aire

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Yo nací mujer, sí, como lo oyen.
Una mujer en una cárcel de huesos,
carne y arena, venas y estiércol,
sangre y herramientas de misterio.
Una mujer de músculo enhiesto
en las postrimerías del viento,
con el tiento de rezar en propósito
de desencadenar este sufrimiento
de pelo en pecho y pene erecto.
Nací mujer en el hospicio equivocado,
en el cubículo cierto de un vientre materno,
en el pergeño erróneo de un genético
milagro que en panes y peces anda suelto.
Soy una mujer, de barba recia y mentón
cual anguloso mascarón de tierna popa.
, como lo oyen, como tú lo estás oyendo...
El cuerpo es un vertedero de cartas marcadas
y bostezos, de recuerdos tuyos y ajenos,
de elementos... que se confabulan
para ofrecerle al sociopolítico universo
una faz, y un deseo, un visible aspecto,
mas encierra cual melocotón su carnaza,
su desvelo, su erizamiento de vello
y sus agallas, que rojas enrojecen de miedo.
Sí, señores, así soy yo, una mujer de membrudos
miembros y caderas sin guitarra ni mareo,
sujeta al quizás de un jarabe de hormonas lleno,
con melena de azabache morena y moruno
recuerdo, sintiendo correr por mis adentros
la carga de siglos y de gargantas requiebros,
y de quejidos que viene del norte del estrecho
y del norte de la vecina Marruecos, de diario olor
a especias y jengibres que del zoco quiero, y deseo
mi cultura, mi sangre, mi sexo, mis vientos...
Rescáteme la ciencia y mi sentido común, 
y las leyes que de hombres son y para hombres se hace.
Sí, así, soy, y así haré el camino de los elefantes
hasta el valle del socavón y definitivo entierro.
Yo... nací mujer, oyen bien, y ténganlo en el cerebro...