Detrás del viejo roble florecido vengo verte,
como a una flor tu cuerpo te acariciaré.
La miel de tus besos puedo robarte,
para llevarla en mis labios como un regalo de Dios.
El rocío de la tarde moja nuestros cabellos
mis manos húmedas heladas, asustan tu piel.
Una leve sonrisa nace de tu boca fría, temblorosa.
Como dos pájaros en primavera jugando al amor.
La luna nos observa en silencio tras las nubes
un aire tibio baja de la montaña, solitaría
acariciando tu piel blanca como la nieve.
Dejando la calma y pasión en tus besos
más tu voz clama por el deseo de ser amada
y la flor del viejo roble baña tu piel con su aroma.