De ser invisible
la vida no tomaría un distinto rumbo.
La naturaleza no perdería su lógica,
las personas no cambiarían sus rutinas
o sentirían esa misteriosa sensación
de una ausencia que desconocen.
De ser invisible
mis allegados se conmoverían por la inusual ausencia,
ausencia de mi voz,
ausencia de mi risa,
ausencia
de mis estrepitosos y torpes pasos a las tres de la mañana,
la ausencia de mis quejas y el mal genio.
¿De que sirve ser invisible
si en vida soy un fantasma
que anda de acá para allá
sin rumbo fijo
como alma en el purgatorio?
Incapaz de cambiar,
incapaz de reaccionar,
incapaz de ser recordado,
incapaz de entender qué sucede.
Estancado en sí mismo.
Un fantasma espectador de las mañas de la vida
que sabe
con cada respiro
que nadie sentiría su ausencia.