Andaba una oruga bajo la tierra, lombrices y escarabajos, más
abajo el agua que lavaba la piedra, rodeaba un cráneo. Un
baqueano ya mayor, cuya cara marchita reflejaba el andar bajo
las matas en los pajonales, entró a la cantina gritando…
_ Juro por mi madre, no estaba borracho, yo lo vi, lo sentí… _
_ Era un animal o una hembra sangrante lo que se arrastraba
hacia el arroyo_
En un rincón del bar Jacinto bajó el ala del sombrero, su mano
gastada apagó el pucho en el platito de los maníes. Ajustó su
cinturón y sigilosamente partió.
Fue entonces, cuando el tabernero alargó su lengua venenosa y
narró…
_Sucedió hace tiempo. Dicen que para ese entonces el arriero ya
tenía el corazón viejo y ajado. Goteaba sangre con sus latidos,
marcando la huella de su último camino. Pero el amor caprichoso
lo sorprendió, como a la luna el fulgor del sol. Se iluminó su
oscuridad por la magia de la dulce boca de esa mujer, dulce boca
que le juro amor e impúdicamente la ofrecía a los forasteros_
_Que lo pario!!! Qué triste, fue ver al Jacinto de rodillas a los
pies del milico jurando entre sollozos…!!!_
_ Le juro Comisario !!! _ No fui yo.
_ Fue mandinga….Quien puso el facón en mi mano y lo envainó en
la garganta dulce …_