Odio al hombre que me mira como si me entendiese, finge que me sigue y finjo yo aceptarle. El verle es como un baile donde si no sonrío no encajo y donde si no me muevo no hay nadie, siempre me habla con mis palabras y me recuerda lo que le iba yo a contar, no me entiende yo lo noto pero parece entenderse al verme y eso le basta.
Mi tristeza le sigue en sus desvelos, aunque mis palabras no basten porque se parecen a las suyas. Siempre cree que estoy distraído y aunque furtivo nunca ha logrado verme sin que le mire y aunque lo mire él no mira, pues mis ojos no le dicen nada.
El me piensa su amigo y sin embargo soy un extraño, solo estoy cuando me busca y digo cuando algo me dice. Aborrezco su banal pensamiento y su apego a su pasado desecho, no deja ir su futuro incierto pues parece creer que maneja su presente.
Se niega a aceptar que el mundo le ignora y que es solo su sombra la que le persigue. Los demás le ven y lo que en el proyectan no es ni siquiera aquel que le acosa, pues su piel reflectante les muestra despacio lo que buscan creer que necesita un gran líder.
Odio todavía más al hombre que me entiende, pues me aterra creer que su senda insensata se parezca a la mía, que pueda alguien ver a través de la muralla que pinto día con día.